Fullmetal Alchemist: La venganza de cicatriz – Netflix – Crítica – Un live action mucho mejor de lo esperado

Antes de comentar esta secuela, conviene hablar de la primera parte de 2017, un live action de ‘Fullmetal Alchemist’, popular manga y anime del que me declaro fan (ocupa un gran lugar en mi corazón). Bueno, hay que matizar que sería de la primera serie de animación, que es la que he visto, porque estos dos live action siguen los hechos de la serie ‘Fullmetal Alchemist: Brotherhood’, que adapta con fidelidad el manga, no como la serie de 2003. Sé que puede llegar a ser confuso, pero conviene dejarlo claro para que nadie se pierda.

Dicho esto, la película de 2017 me pareció un caos, queriendo contar demasiadas cosas, y siendo una propuesta tan extraña como innecesaria, y la verdad es que muchos coincidimos en ello. Pero en Japón no se rinden, apostando por una secuela que llega cinco años después, entendiéndose que tal retraso se debe al coronavirus, porque ha pasado mucho tiempo y ha llovido demasiado. La verdad es que me esperaba otro desastre, pero afortunadamente me he encontrado con un live action digno y mejor de lo esperado.

Técnicamente la película luce bien, aunque las escenas de combate cuerpo a cuerpo no estén a la altura de las circunstancias, y los efectos visuales chirríen en no pocas ocasiones, aunque tampoco tienen nada que envidiar a los de las series de Marvel. Se agradece que esta secuela sea un poco más corta que su antecesora, pero no le habría venido mal reducir las dos horas de metraje, quizás eliminando algunas subtramas. Y es que hay exceso de personajes, volviendo a querer abordar todas las tramas en una película de dos horas, cuando en el anime tienen mucho más tiempo para desarrollarlo todo.

Eso hace que algunos elementos se sientan extraños, pasando por ellos de forma superficial, con la única intención de que el fan pueda reconocer esos acontecimientos y sienta que han sido lo más fieles posible. Que nadie se lleve a equívoco, esta película (y la mayoría de live action) está diseñada y orquestada exclusivamente para el fan del anime o el manga, no siendo recomendable el visionado para el público que jamás se haya acercado a esta historia con anterioridad, porque seguramente acabe confundido y perdido en una propuesta que se toma su tiempo en explicarte las cosas, pero a la que aún así le sigue costando ser accesible para cualquier tipo de espectador. No es apta para todos, eso está claro, siendo una lástima que no hayan pensando en todo tipo de público.

Por otro lado, se agradece que no prioricen el drama, como sucedió en el film de 2017, apostando por un tono cómico y de aventuras que le sienta a las mil maravillas a la cinta. Otro elemento a destacar es la gran interpretación de Ryôsuke Yamada, con un protagonista carismático y que te atrapa. Sobra decir que es el mejor actor del reparto (aunque el resto no desentonan y cumplen), siendo un todoterreno que se mete sin problemas en la piel de Edward Elric, regalando un catálogo de expresiones muy cercanas al anime, cosa que no está al alcance de todos. Se aprecia una evolución respecto al film de 2017, donde ya ofrecía una buena actuación, pero aquí se le nota más cómodo y experimentado. Y es que cinco años dan para mucho.

En conclusión, estamos ante un digno live action, superior al de 2017 porque tiene las cosas más claras, y porque no abandona la comedia y la aventura, en pro de un exceso de drama que sentenciaba la película original. Una efectiva secuela que seguramente satisfaga a los fans del anime, y que deja con ganas de más (el final no puede estar más abierto, con una tercera parte a la vuelta de la esquina). Este es el camino.

Crítica en vídeo:

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